NUESTRA HISTORIA
LAS GUITARRAS ARBELAEZ
En 1860
Isaac Arbeláez comenzó a fabricar guitarras, tiples y bandolas. Era apenas un adolescente cuando un ebanista español que llegó al pueblo de San Vicente, Antioquia, con el encargo de realizar los trabajos de carpintería de la iglesia, le enseñó el oficio, o mejor aún, el arte de construir instrumentos musicales.
A sus ojos, la madera dejó de ser simplemente leña para el fogón o tablas para construir muebles. Entonces, cuando sus manos acariciaban un tronco de cedro, en su mente se dibujaban las curvas coquetas y sonoras de una guitarra, un tiple o una bandola. Del tronco escueto al melódico instrumento distaban arduos días de paciente trabajo: cortar el tronco con el serrucho, dar tiempo suficiente para el secado de las diferentes piezas, adecuar las partes a punta de cepillo, formón y cuchilla, ensamblar cuidadosamente las piezas, instalar el puente y los trastes, barnizar para dar el acabado y, finalmente, instalar el clavijero y las cuerdas. Así una y otra vez, con cada instrumento y por muchos años, hasta convertirse, en la región y el departamento, en un afamado constructor de instrumentos musicales. Muchos fueron aquellos que en los campos, pueblos y ciudades de Antioquia, y en otros departamentos de Colombia, escucharon bambucos, pasillos y guabinas al son de las guitarras, tiples y bandolas fabricadas por Isaac.
En 1920, Lázaro, uno de los hijos de Isaac, se traslado a Marinilla, con su esposa Carlota. Para sostener a la familia, puso en ejercicio el oficio que le había enseñado su padre: construir instrumentos musicales.
Así nació una tradición, de las manos del joven artesano brotaban instrumentos construidos con rusticas herramientas pero finamente acabados. Igual que su padre, Lázaro no sólo tenía el talento para darle cuerpo a los instrumentos sino que sabía arrancar de sus cuerdas lindas melodías y acordes con los cuales alegraba la vida familiar y las tardes compartidas con amigos y otros músicos.
Amaba su oficio; valoraba lo que hacía y se entregaba con tal dedicación al mismo que a veces parecía no respirar mientras incrustaba un traste en el diapasón o cepillaba un hueso para alguno de los puentes. La maestría adquirida en la construcción de los instrumentos le hizo merecedor de varios premios departamentales de ferias artesanales. Todavía existen en las casas de algunas familias un tipo de piano, muy sonoro, que fabricó de manera rústica, pero del cual alcanzó a vender más de cien ejemplares. De esa manera, con los bajos y punteos de sus guitarras, con los ritmos surrunguiados en sus tiples, con las melodías arrancadas a sus bandolas y los acordes de sus pianos, la fama de los instrumentos musicales Arbeláez y de Marinilla como lugar de producción de sonoros instrumentos se hizo imperecedera.
Corría entonces el año 1946
cuando Luis, hijo de Lázaro, a sus escasos trece o catorce años comienza a tomar contacto con un oficio que, finalmente, constituyó su fuente de recursos económicos, le hizo sumamente conocido en la región y le brindó grandes satisfacciones. Al igual que su abuelo y su padre, puso una especial atención y dedicación a los detalles. Su capacidad de observación y su creatividad le permitieron modificar ciertos procesos rústicos e imprimirle un cierto carácter industrial a la producción de los instrumentos. Las artísticas incrustaciones, los procesos de secado, los cambios en la presentación y en los cortes. Luis se propuso siempre innovar técnicas y procesos, con lo cual ha logrado mantenerse siempre vigente en el comercio de las guitarras, tiples y bandolas cuya etiqueta hoy se distingue con la marca de “Ensueño”.
La tradición cuenta ya una cuarta generación. Desde 1977, Luis Adolfo, hijo de Luis, ha permanecido al lado de su padre aprendiendo, poco a poco y hasta lograr ser todo un “luthier”, el difícil arte de la construcción de instrumentos musicales. innovación se han transmitido desde Isaac hasta Luis Adolfo asegurando así, hasta el momento, que quien adquiera una guitarra, un tiple o una bandola “Ensueño”, lleve consigo un instrumento musical de alta calidad.
La familia Arbeláez, con su esfuerzo y perseverancia, ha logrado, pues, mantener una tradición en la construcción de instrumentos musicales por más de 150 años. Sin duda, Marinilla es reconocida ampliamente a nivel nacional como lugar de fabricación de guitarras, tiples y bandolas. Es más, una de las guías turísticas que se producen anualmente en los Estados Unidos, en su apartado Colombia, al referirse al departamento de Antioquia, sugiere visitar Marinilla, un pueblo que se distingue por la producción de hortalizas y la fabricación de instrumentos musicales.